¿Brasil está de vuelta?

Brasil quiere volver a ocupar el lugar que supo tener en la política regional. Con Lula nuevamente en la presidencia, el país busca reposicionarse como articulador sudamericano y retomar la senda de integración que abandonó durante los años de Bolsonaro. Pero el escenario actual es otro: fragmentación regional, crisis de legitimidad del Mercosur y gobiernos menos proclives a los proyectos colectivos. ¿Alcanza con la voluntad política para volver a ser el motor de América del Sur?

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Mara Guiducci Galvagna

9/4/20254 min read

Desde la asunción de Lula da Silva a la presidencia de Brasil en octubre de 2022, el lema “Brasil está de vuelta” suena constantemente en foros internacionales. Esta frase evoca el papel de Brasil como promotor de la integración regional, haciendo honor a su rol como líder sudamericano de principios de siglo.

En su discurso, Lula deja claro que su objetivo principal en materia de política exterior es fortalecer el Mercosur y los BRICS, a la vez que intenta regresar a la CELAC y la UNASUR. Con esta política, busca revertir la orientación de su predecesor, Jair Bolsonaro, quien priorizó una inserción internacional unilateral y alejada de América Latina, afianzando sus lazos con Estados Unidos.

Sin embargo, el contexto actual del continente es muy distinto al de cuando Lula asumió su primera presidencia. El desafío para Brasil es posicionarse nuevamente como un actor central, superando los contratiempos de la década pasada, marcada por el impeachment de Dilma Rousseff y los gobiernos de Michel Temer y Jair Bolsonaro. Para analizar si verdaderamente "Brasil está de vuelta", es clave evaluar si el país puede volver a asumir un rol protagónico en un contexto regional fragmentado.

El giro de la política exterior brasileña

Durante la presidencia de Itamar Franco se redefine la política exterior brasileña poniendo el foco en Sudamérica. Este giro es fundamental, ya que a partir de ese momento Brasil reclama para sí el estatus de potencia regional y diseña una estrategia para posicionarse como líder. Frente a la iniciativa de los Estados Unidos de crear el Área de Libre Comercio de la Américas, con una clara orientación panamericanista, comienza a tomar forma la idea de un tratado de librecomercio sudamericano: el Mercosur.

En este contexto, América Latina se dividió en dos proyectos, con dos líderes diferenciados: México y Brasil. Mientras que el primero optó por convertirse en socio de Estados Unidos, el segundo buscó consolidar su presencia en Sudamérica marcando distancia con la potencia norteamericana. Este modelo de política exterior se vio reforzado durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, pero para fines de la década del noventa la integración entró en un periodo de estancamiento o parálisis. Esto fue, en parte, producto de la devaluación del real en 1999 y de la crisis económica consecuente, que coincidió con la crisis de 2001 en Argentina.

A la luz del agotamiento del modelo neoliberal en América Latina, Lula asume la presidencia en el año 2003. Durante su gobierno, Brasil se termina de configurar como el principal protagonista y articulador del proyecto de integración regional, reflejado en la creación de la Unasur. A su vez, se consolida como una economía importante a nivel mundial, siendo uno de los miembros fundadores de los BRICS.

Fin de ciclo: la presidencia de Jair Bolsonaro

La integración regional enfrentó un retroceso a partir del juicio político a Dilma Rousseff en 2016. Este evento marcó el fin del "giro a la izquierda" latinoamericano, reflejado en la crisis de la Unasur y en los triunfos de gobiernos de derecha en todo el continente. El triunfo de Bolsonaro contribuyó a profundizar la fragmentación regional que se venía gestando en los años previos, apostando por una inserción internacional unilateral y solitaria.

Por más que Bolsonaro mantuvo algunos lineamientos heredados del gobierno de Michel Temer (sucesor de Dilma), su gobierno se caracterizó por un marcado alineamiento con los Estados Unidos. Durante su mandato, se avanzó hacia la deconstrucción de Sudamérica como bloque geopolítico y de Brasil como actor protagonista en la región. Este proceso implicó un quiebre en la política exterior del país en relación con su esfera de pertenencia construida a lo largo de los últimos años. Esto se refleja en su salida de la Unasur y de la CELAC, y su adopción de un rol secundario en el Foro para el Progreso de América del Sur.

El regreso de Lula en un contexto regional adverso

Tanto en su campaña presidencial como en su discurso de asunción, Lula hizo foco en su interés de relanzar el proceso de integración latinoamericano. Busca volver a fortalecer su rol en el Mercosur y en los BRICS, a la vez de reingresar en la Unasur y la CELAC. Con su lema “Brasil está de vuelta”, su intención es decirle basta a la política que hizo de Brasil una paria en el mundo.

Sin embargo, el margen para una integración regional profunda es mucho más limitado que en su primer mandato. El sueño de la “Patria Grande” se ve obstaculizada por el ascenso de numerosos partidos de derecha en el continente, el estancamiento del Mercosur y la pasividad de otros gobiernos, que complican aún más el panorama.

A pesar de los esfuerzos realizados por Lula, es claro que la iniciativa no depende únicamente de la política exterior brasileña. Más allá de analizar si Brasil está verdaderamente “de vuelta”, nos resulta interesante la posibilidad de seguir de cerca los esfuerzos de Brasil de abogar por un proyecto conjunto, en tiempos de discursos individualistas y tendientes a un alineamiento (y consecuente subordinación) a los Estados Unidos. Aunque incipiente, el retorno de Brasil a la CELAC y la Unasur es un primer paso. Si bien la intención de Lula de recuperar el liderazgo es clara, su objetivo se enfrenta a una realidad política y económica que hace que la "vuelta" de Brasil sea un camino complejo y lleno de obstáculos.