Camboya–Tailandia: un conflicto regional con impacto global
El conflicto fronterizo entre Camboya y Tailandia va más allá de una disputa bilateral. Este suceso refleja tensiones geopolíticas, económicas y culturales, y ha convertido el patrimonio religioso en un símbolo utilizado por ambos gobiernos para reforzar discursos nacionalistas. La reciente escalada militar genera preocupación internacional, movilizando a actores como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), China, Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas, al mismo tiempo que evidencia la necesidad de fortalecer mecanismos multilaterales de resolución pacífica.
POLÍTICA INTERNACIONAL


Camboya y Tailandia mantienen desde hace décadas una disputa territorial. Este conflicto comprende varios tramos sin demarcar a lo largo de más de 800 km de frontera terrestre que comparten. En el centro de la controversia se encuentran los antiguos templos hindúes Ta Moan Thom y Preah Vihear, este último declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en 2008.
A partir de esta decisión, la situación se tornó abiertamente hostil, ya que Tailandia respondió con fuertes reclamos. La controversia se resolvió parcialmente en 2013, cuando la Corte Internacional de Justicia falló a favor de Camboya, reconociendo su soberanía sobre el templo. Aunque ese fallo logró reducir las fricciones durante varios años, el asesinato de un soldado camboyano en una reciente confrontación fronteriza reactivó el conflicto y volvió a tensar las relaciones bilaterales.
El conflicto trasciende a una cuestión de soberanía territorial e involucra dimensiones geopolíticas, económicas y culturales. Desde una perspectiva geopolítica, la región es estratégica por su ubicación clave en la Península Indochina y su acceso a rutas comerciales. Asimismo, la frontera disputada también es un punto sensible para potencias globales como China y Estados Unidos, que buscan ampliar su presencia e influencia en la ASEAN, elevando así la importancia internacional del conflicto.
Económicamente, la zona fronteriza posee abundantes recursos naturales, incluidos bosques, agua y potenciales depósitos energéticos de petróleo y gas. Asimismo, el turismo asociado a los templos, especialmente el Preah Vihear, representa una fuente económica importante que se ve amenazada por la inestabilidad. Esta combinación de intereses económicos y territoriales refuerza la necesidad de garantizar tanto la seguridad como el desarrollo de la región.
Por último, y a nivel cultural, los templos en disputa representan un legado del antiguo Imperio Jemer y poseen un profundo valor identitario tanto para Camboya como para Tailandia. Aunque hoy en día ambos países son mayoritariamente budistas, comparten raíces hinduistas que han sido utilizadas en discursos nacionalistas para reforzar identidades colectivas y justificar reclamos históricos. Esta dimensión simbólica añade complejidad al conflicto, dificultando la posibilidad de alcanzar una solución diplomática sostenible.
En este contexto, el primer ministro camboyano, Hun Manet, afirmó: “Camboya siempre ha mantenido una posición de resolución pacífica de los problemas, pero en este caso, no tenemos más opción que responder con la fuerza armada contra la agresión armada.” Por su parte, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Tailandia, Nikirndej Balankura, sostuvo que “la situación debe resolverse por medios bilaterales; no hace falta aún recurrir a terceros”.
Cuando la historia se convierte en arma, la paz se vuelve el mayor desafío.
El conflicto entre Camboya y Tailandia demuestra cómo un problema territorial puede convertirse en un desafío complejo con dimensiones históricas, culturales, económicas y geopolíticas. La utilización de símbolos religiosos en discursos nacionalistas agrava las tensiones existentes, pese a que ambos Estados afirman buscar una solución pacífica. La reciente escalada bélica pone en riesgo la estabilidad regional y expone la fragilidad del orden internacional. Por ello, es crucial fortalecer los mecanismos de diálogo para alcanzar una solución duradera que evite futuras crisis y promueva la paz en la región y estabilidad en el sistema.