China y su apuesta al litio argentino

A medida que avanza la transición hacia la electromovilidad, China enfrenta el desafío de asegurar el suministro de litio, un recurso clave para la fabricación de baterías y vehículos eléctricos. Aunque actualmente lidera la cadena de producción de baterías a nivel mundial, su capacidad interna resulta insuficiente para cubrir la creciente demanda, lo que impulsa la búsqueda de fuentes externas para mantener su liderazgo a nivel internacional. En este contexto, Argentina adquiere relevancia estratégica, en tanto la región del Noroeste Argentino concentra una de las principales reservas globales de litio.

ECONOMÍA E INDUSTRIAPOLÍTICA INTERNACIONAL

María Candela Costa Taralli

9/25/20252 min read

Desde el inicio del Período de Reforma y Apertura, China ha logrado posicionarse en el sistema internacional como una potencia global con influencia creciente en múltiples regiones del mundo. En América Latina, esta proyección se ha materializado a través de una estrategia integral de soft power. Según Nye, estas estrategias consisten en “la capacidad de influir en las preferencias y comportamientos de otros actores mediante la atracción o la persuasión, más que a través de la coerción”. China ejemplifica esta forma de influencia a través de la combinación de diplomacia económica y política, donde los instrumentos comerciales y financieros funcionan como vectores de inserción en el sector del litio.

En el caso argentino, la región del Noroeste se ha transformado en un punto central para la localización y extracción del ‘oro blanco’. Según estimaciones del Servicio Geológico de los Estados Unidos, las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca concentran entre el 10 % y el 12 % de las reservas mundiales de litio. Este panorama abre una ventana de oportunidades para Argentina, tanto en términos de generación de divisas como en atracción de inversiones extranjeras, que frecuentemente se vinculan con acuerdos bilaterales, compromisos de infraestructura y financiamiento para el desarrollo regional.

En este sentido, la relación con China puede convertirse en un motor de crecimiento si se enmarca dentro de un modelo de cooperación mutuamente beneficiosa, donde el litio no sea simplemente un recurso exportable, sino una palanca para la industrialización, la innovación tecnológica y la inclusión social. Es fundamental que el país avance hacia un marco regulatorio claro y sostenible que asegure la participación activa del Estado, las comunidades locales y el sector científico-tecnológico en toda la cadena de valor. Esto no solo permitirá maximizar los beneficios económicos, sino también garantizar que el desarrollo del litio contribuya a una matriz productiva más diversificada, con respeto por el medio ambiente y los derechos de las poblaciones originarias que habitan los territorios donde se encuentran los salares.

En definitiva, el litio representa una oportunidad histórica para ambas naciones, aunque con objetivos distintos. Para China, se trata de consolidar su influencia sobre un recurso crítico para el futuro de la electromovilidad y las energías limpias, profundizando su presencia en América Latina bajo una lógica de cooperación ‘win-win’. Mientras que, para Argentina, el desafío es aprovechar esta coyuntura para posicionarse como un socio estratégico, gracias a sus vastas reservas ubicadas en el Noroeste del país.

No obstante, el verdadero reto radica en la capacidad del Estado argentino para articular una estrategia nacional que, sin rechazar la cooperación internacional como la que propone China, garantice beneficios duraderos para el conjunto del país y, especialmente, para las provincias productoras. Esto implica avanzar hacia un modelo de desarrollo con mayor soberanía tecnológica, generación de valor agregado en origen y evitando así que la nueva geopolítica del litio reproduzca viejas formas de dependencia.