El acuerdo UE-Mercosur y el desafío de consolidar la alianza birregional

En un contexto global marcado por tensiones geopolíticas, proteccionismo y una redefinición de alianzas estratégicas, la relación entre la Unión Europea y América del Sur cobra un nuevo protagonismo. El Acuerdo de Asociación entre el Mercosur y la UE encarna tanto una promesa como una tensión: abrir mercados, atraer inversiones y estrechar vínculos políticos, pero también enfrentar resistencias internas, debates sobre sostenibilidad y cuestionamientos sobre equidad.

ECONOMÍA E INDUSTRIAPOLÍTICA INTERNACIONAL

Milagros Filardo

10/12/20254 min read

La relación entre la Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe (ALC) se ha consolidado como una asociación que combina cooperación política, diálogo económico y acuerdos comerciales. Entre 2023 y 2025, la UE retomó su acercamiento hacia ALC: se renovó el tratado con México, entró en vigor la modernización del acuerdo con Chile y alcanzó un Acuerdo de Asociación con Mercosur; integrando esos procesos en la estrategia Global Gateway como marco de cooperación e inversión.

Estos avances recientes se sustentan en la complementariedad entre ambas regiones. No obstante, convertir estos acuerdos en resultados concretos depende en gran medida de superar los desafíos pendientes, en particular la ratificación del tratado con Mercosur, que enfrenta desafíos políticos, normativos y económicos.

El inter-regionalismo como clave estratégica

Tras más de veinte años de negociaciones, en la Cumbre del G-20 del 2019, el Mercosur y la UE alcanzaron un Acuerdo en Principio sobre los términos del pilar comercial, que se complementó un año más tarde con los capítulos de diálogo político y cooperación. Sin embargo, las críticas y desacuerdos, en particular sobre las cláusulas ambientales y de sostenibilidad, prolongaron el proceso hasta la Cumbre del Mercosur de diciembre de 2024, donde ambas partes firmaron el Acuerdo de Asociación.

Histórico por su tamaño y amplitud temática, exhibe grandes oportunidades al permitir la integración de dos mercados que, conjuntamente, representan un tercio del comercio global y un mercado de 778 millones de habitantes. Con el propósito de diversificar exportaciones y atraer inversiones, el Acuerdo de Asociación impulsa la apertura comercial mediante la reducción progresiva de barreras arancelarias. Al mismo tiempo, incorpora compromisos en áreas como el comercio de servicios, propiedad intelectual y desarrollo sostenible, consolidando un marco estable para que ambas partes fortalezcan su autonomía estratégica y amplíen sus márgenes de acción.

Más allá de las implicancias económicas, el acuerdo reviste un valor político y simbólico significativo. Ambos bloques, a pesar de las diferencias en su naturaleza, estructura y ambiciones, han sostenido desde los años noventa un vínculo unido por identidades y valores compartidos, como el compromiso por la democracia, los derechos humanos y el desarrollo sostenible. En este sentido, el Acuerdo de Asociación reafirma esa voluntad de cooperación y proyecta una convergencia común frente a un orden internacional caracterizado por crecientes tensiones geopolíticas.

Desafíos para la ratificación

Si bien la firma del Acuerdo en 2024 representó un avance sustancial, el proceso de ratificación aún no se ha concretado. Además de las traducciones, ambos bloques deberán completar sus procesos políticos y legales internos para que el acuerdo pueda entrar en vigor. No obstante, los obstáculos trascienden el plano jurídico, ya que el acuerdo ha suscitado protestas y reticencias por parte de Estados y sectores específicos.

En el ámbito europeo, la resistencia de países como Francia, Polonia y Países Bajos refleja preocupaciones sobre la competencia justa frente a los productores del Mercosur. Estas objeciones señalan que la producción sudamericana no está sujeta a los mismos estándares regulatorios, lo cual reduce los costos de producción. Además, la exención de aranceles propuesta en el acuerdo permitiría que sus productos ingresen al mercado europeo a precios inferiores, aumentando su competitividad. En conjunto, estas controversias reflejan los límites de un esquema interregional que busca liberalizar el comercio sin atender la vulnerabilidad de los productores locales.

En el Mercosur, por el contrario, predomina una visión optimista sobre los beneficios del posible aumento de las exportaciones agrícolas. No obstante, sectores de la sociedad civil advierten sobre posibles efectos perjudiciales, como la reducción de las posibilidades de desarrollo productivo y el refuerzo de la especialización regresiva. Estas divergencias refuerzan la complejidad del acuerdo y subrayan que la ratificación no dependerá únicamente de la voluntad política, sino también de cómo se enmiendan los riesgos económicos y sociales involucrados.

Por último, el aspecto ambiental se ha consolidado como el talón de Aquiles del nuevo acuerdo. El Mercosur contiene ecosistemas estratégicos, como el Amazonas, cuya preservación requiere que las actividades productivas se ajusten a estándares de sostenibilidad. Aunque la revisión del capítulo de desarrollo sostenible en 2024 abordó esta cuestión, persiste la incertidumbre en países y sectores de la UE sobre la insuficiencia de sanciones ante posibles incumplimientos.

Las exigencias del Pacto Verde Europeo, que incluyen regulaciones como la Ley de Restauración de la Naturaleza y el Reglamento de Deforestación Cero, actúan como requisitos clave. Mientras que para los exportadores sudamericanos representan barreras comerciales, para la UE son condiciones innegociables. En consecuencia, la cuestión ambiental deja de ser un aspecto técnico para convertirse en un factor decisivo, ya que sin la convergencia entre las prácticas productivas y la sostenibilidad ambiental, la ratificación se vuelve incierta.

Perspectivas a futuro

La puesta en vigor del Acuerdo de Asociación dependerá de la superación de los desafíos y las resistencias identificadas. Sin embargo, la actual coyuntura mundial está generando incentivos sin precedentes para que el acuerdo avance. El regreso de Donald Trump y su agenda proteccionista en Estados Unidos, la guerra en Ucrania y la competencia estratégica con China reconfiguran las prioridades globales, otorgando a la ratificación un valor estratégico.

Finalmente, la implementación del Acuerdo no sólo refleja una decisión comercial, sino un compromiso de ambas regiones con un orden internacional basado en normas, cooperación y sostenibilidad. De este modo, el interregionalismo se consolida como una herramienta clave para proyectar a Europa y América del Sur como actores capaces de afrontar los desafíos globales de manera coordinada y con una visión a largo plazo.