El cambio climático como factor determinante en los conflictos: el caso de Sudán

El cambio climático intensifica las tensiones preexistentes y genera nuevas formas de disputa que exceden el marco de las teorías clásicas de la guerra. La crisis de Darfur, desatada en 2003 en Sudán y considerada por diversos autores como la “primera guerra climática”, constituye un ejemplo histórico que revela cómo los factores ambientales pueden contribuir al surgimiento y la escalada de conflictos.

AMBIENTE Y DESARROLLO SOSTENIBLEPOLÍTICA INTERNACIONAL

Milagros Filardo

9/5/20253 min read

Los cambios en el clima provocados por el aumento de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero causan efectos generalizados en el medio ambiente: los glaciares se reducen, los ríos se descongelan antes, y la fauna y flora alteran sus ciclos naturales. Estos impactos no son un problema futuro, ya que están ocurriendo más rápido de lo previsto, y algunos se han vuelto generalizados e irreversibles.

Según la UNESCO, estos cambios también influyen en la situación geopolítica mundial. Si no se adoptan medidas de mitigación, la seguridad puede deteriorarse gravemente y aumentar la probabilidad de disputas. Al revertir los avances en nutrición y acceso a los alimentos, elevar la probabilidad de conflictos por los recursos básicos y provocar desplazamientos internos y migraciones, el cambio climático opera como un “multiplicador de amenazas”.

En particular, en la península del Cuerno de África, los riesgos de conflicto son mayores y difíciles de controlar. Sus carencias estructurales, como la inestabilidad política, la fragmentación de las élites y las crisis geopolíticas, se combinan con los factores de estrés ambiental. Esta convergencia crea un entorno frágil, donde incluso pequeñas perturbaciones climáticas pueden generar impactos desproporcionadamente grandes.

El caso de Darfur, Sudán

Desde su independencia en 1956, Sudán ha enfrentado guerras civiles e inestabilidad política. El conflicto de Darfur, que estalló en 2003, forma parte de esta serie más amplia y continua de crisis sudanesas que abarcan distintas regiones del país. Según Harald Welzer, autor de Guerras Climáticas, este constituye el primer caso en que el cambio climático se reconoce como un factor que contribuyó al escalamiento de una guerra civil.

Antes del conflicto, la región había enfrentado disputas entre grupos locales, a menudo divididos entre árabes y cristianos, o entre agricultores y pastores, en torno al uso de la tierra. Históricamente, estos enfrentamientos se vieron impulsados por el deterioro de las condiciones ambientales en el Sahel y por la necesidad de que los pastores del norte se reubicaran en el sur, en áreas habitadas principalmente por comunidades agrícolas sedentarias.

No obstante, la presión sobre los escasos recursos naturales aumentó por los efectos del cambio climático, tales como sequías recurrentes, desertificación y alteraciones en los patrones de lluvia. Esta situación provocó una reducción en la disponibilidad de tierras cultivables y pastizales, lo que convirtió a la tierra y el agua en factores estratégicos y conflictivos. En un país donde la mayoría de la población depende de la agricultura y el pastoreo, esta degradación ambiental comprometió los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria.

Además, el crecimiento poblacional, la llegada de migrantes desde Chad y el debilitamiento de los mecanismos tradicionales y legales para resolver disputas aumentaron la presión sobre los recursos y limitaron las opciones pacíficas para manejar los conflictos. Paralelamente, la consolidación del fundamentalismo islámico de Omar al-Bashir, quien ascendió al poder mediante un golpe de Estado, restringió aún más los canales de diálogo y negociación. En consecuencia, la concentración de población sobre recursos cada vez más limitados, junto a la debilidad institucional, intensificaron el riesgo de enfrentamientos violentos.

El conflicto comenzó con el ataque al aeropuerto de al-Fashir por parte de grupos rebeldes contra el gobierno central; sin embargo, los motivos se entremezclaron rápidamente con las condiciones ambientales y de supervivencia. La convergencia de estos factores desembocó en una guerra civil que escaló hasta convertirse en un genocidio, donde casi 300.000 personas perdieron la vida y millones fueron desplazadas.

Más allá del conflicto bélico

Darfur es un reflejo de que las guerras no pueden entenderse únicamente como enfrentamientos étnicos o políticos aislados. La violencia surgió de la interrelación de factores históricos, sociales y políticos, que se vieron intensificados por la presión sobre los recursos naturales y los efectos del cambio climático, mostrando cómo las crisis ambientales pueden profundizar las tensiones preexistentes.

En este contexto, reconocer el impacto del cambio climático sobre la paz y seguridad internacionales resulta esencial. Solo integrando la mitigación ambiental con políticas de resolución de conflictos y fortaleciendo las instituciones se pueden reducir las probabilidades de nuevas crisis y promover la estabilidad a largo plazo.