El desarrollo económico en Asia y su impacto global

Desde hace más de dos décadas, Asia ha emergido como un motor clave del crecimiento económico mundial. China, en particular, ha desarrollado una estrategia de proyección internacional centrada en la inversión en infraestructura, comercio y tecnología. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) representa el núcleo de esta visión: un megaproyecto que conecta Asia, Europa y África mediante una red de corredores económicos. Aunque esta propuesta ha generado nuevas oportunidades para el desarrollo en múltiples regiones, también ha abierto interrogantes sobre los intereses geopolíticos de China y los efectos sobre el equilibrio de poder global.

ECONOMÍA E INDUSTRIAPOLÍTICA INTERNACIONAL

Agustina Erazú

5/27/20253 min read

Lanzada oficialmente en 2013 por el presidente Xi Jinping, la Iniciativa de la Franja y la Ruta busca recrear las antiguas rutas comerciales de la Ruta de la Seda mediante la construcción de infraestructura a gran escala: ferrocarriles, puertos, carreteras, parques industriales y centros logísticos. Con más de 140 países adheridos hasta la fecha, la BRI se ha convertido en una plataforma de cooperación internacional sin precedentes impulsada por China, con inversiones que superan el billón de dólares.

La estrategia contempla dos componentes principales: la Franja Económica de la Ruta de la Seda terrestre, que conecta China con Asia Central, Rusia y Europa, y la Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI, que se extiende por el sudeste asiático, el sur de Asia, África y Medio Oriente. A través de estos corredores, China no solo promueve el comercio y la conectividad, sino que también afianza su presencia política y financiera en regiones estratégicas del planeta.

Oportunidades de desarrollo e integración regional

Para muchos países en desarrollo, la BRI representa una fuente vital de financiamiento e infraestructura en sectores críticos como el transporte, la energía y la logística. En Asia Central y el sudeste asiático, la inversión china ha contribuido a modernizar redes ferroviarias y puertos, facilitando la integración económica regional. En África, la construcción de infraestructuras básicas ha impulsado el comercio y mejorado el acceso a servicios.

Además, China ha creado instituciones financieras como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) y ha promovido mecanismos multilaterales que apuntan a reducir la dependencia del sistema financiero occidental. En este sentido, la BRI se articula como un componente clave de un nuevo modelo de globalización con características chinas, centrado en la cooperación Sur-Sur y el desarrollo conjunto.

Controversias y críticas internacionales

A pesar de sus beneficios, la Iniciativa ha sido objeto de críticas desde diversos sectores. Algunos países participantes han expresado preocupación por el endeudamiento excesivo y la dependencia de préstamos chinos, lo que ha generado debates sobre una supuesta "trampa de la deuda". Organismos internacionales y analistas occidentales han advertido que la BRI podría servir como un instrumento de proyección de poder geopolítico, más que como una herramienta puramente económica.

También se han planteado cuestionamientos ambientales, sociales y de transparencia en la ejecución de los proyectos. Casos como los de Sri Lanka, donde el puerto de Hambantota fue cedido a una empresa china por 99 años tras no poder pagar su deuda, han alimentado las sospechas sobre la verdadera naturaleza del compromiso chino con el desarrollo sostenible.

La BRI y el equilibrio de poder global

La expansión de la BRI ha modificado el tablero geopolítico global. Estados Unidos y la Unión Europea han manifestado su preocupación por el ascenso de China como potencia global con una visión alternativa al orden liberal internacional. En respuesta, iniciativas como el Build Back Better World (B3W) del G7 y la Global Gateway de la Unión Europea buscan ofrecer modelos de infraestructura más transparentes y sostenibles.

Desde una perspectiva estratégica, la BRI no solo mejora la conectividad, sino que también permite a China asegurar rutas comerciales, fuentes de energía y mercados para sus productos. Esta proyección económica se traduce en una mayor influencia diplomática en foros multilaterales y organismos internacionales. En consecuencia, la iniciativa se configura como un componente central de la competencia sistémica entre grandes potencias en el siglo XXI.

Diplomacia económica y poder blando

La Iniciativa de la Franja y la Ruta es mucho más que un plan de infraestructura: es una herramienta sofisticada de diplomacia económica que combina inversiones, relaciones bilaterales y narrativa estratégica. Al mismo tiempo, forma parte de una visión más amplia del ascenso de Asia —y particularmente de China— como epicentro del dinamismo global.

Frente a este escenario, resulta esencial que los países participantes evalúen cuidadosamente los términos de cooperación, promuevan la transparencia y fortalezcan sus capacidades de negociación. La BRI puede ser una oportunidad para impulsar el desarrollo, pero también plantea desafíos en términos de autonomía, sostenibilidad y equilibrio geopolítico. Comprender estos elementos resulta clave para interpretar el nuevo mapa del poder internacional en el siglo XXI.