El escudo de silicio: tecnología, soberanía y tensión en el estrecho de Taiwan
El estrecho de Taiwán concentra uno de los mayores focos de tensión geopolítica contemporánea. En el centro de esta disputa se encuentra la industria de los semiconductores, cuya producción —dominada por la taiwanesa TSMC— sostiene el funcionamiento de la economía digital global. Este análisis traza el vínculo entre tecnología, soberanía y seguridad internacional, y muestra cómo los chips de silicio se han convertido en el nuevo blindaje estratégico de la isla frente al ascenso de China y la carrera por la autonomía tecnológica entre potencias.
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La tensión entre China y Taiwán, con raíces en la Guerra Civil China de 1949 y el establecimiento de un gobierno propio en Taiwán, todavía impacta el comercio internacional, la estabilidad del Indo-Pacífico y el desarrollo tecnológico global. China considera a Taiwán una provincia rebelde, mientras que la isla mantiene una administración autónoma.
Una historia de semiconductores
En el centro del conflicto en el Pacífico se encuentra la industria de los semiconductores, donde Taiwan es un actor crucial. La empresa taiwanesa TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) no sólo sostiene la economía de la isla, sino que representa el 53% de la fabricación a nivel mundial.
Los semiconductores son materiales de conductividad eléctrica intermedia entre la de los aislantes y los conductores. Están compuestos por elementos químicos específicos, lo que genera que su proceso de producción resulte complejo, lento y costoso. Debido a sus características, y su presencia en una amplia variedad de dispositivos, desde teléfonos inteligentes hasta sistemas de aviones, son esenciales para la industria electrónica moderna. Por consiguiente, la interrupción de la cadena de suministros tendría grandes repercusiones en las cadenas de suministro globales.
La industria de microchips ha sido descrita por muchos como el “escudo de silicio” taiwanés, en alusión a su papel estratégico para el equilibrio regional. Pues la dependencia china a la capacidad productiva taiwanesa en este sector hace que la estabilidad en el Estrecho resulté esencial para su desarrollo económico y tecnológico. Esto genera un incentivo adicional para que Estados Unidos y otros países promuevan la seguridad de la isla frente a posibles agresiones chinas. A su vez, convierte a Taiwán en uno de los centros estratégicos de la competencia entre China y Estados Unidos.
Conflicto de larga data
Desde 2010, China y Taiwán han mejorado sus relaciones bilaterales con la firma del Acuerdo Marco de Cooperación Económica (CEPC), orientado a aumentar el comercio y el turismo entre ambos. Sin embargo, el presidente Xi Jinping ha reiterado en varias oraciones que no descarta el uso de la fuerza para lograr la reunificación.
Sin embargo, y aún pese a los avances en materia de cooperación cultural y económica, las tensiones nunca desaparecieron. La política de China respecto a Taiwán ha estado marcada por la continua estratégia de reunificación, mientras que Taiwán ha oscilado entre mantener el estatus quo y preservar su autonomía.
En 2022, cuando Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, visitó Taiwán, provocó un aumento de la tensión entre ambos actores. Ante esta situación, la región del Indo-Pacifico ha presenciado un notable aumento de la actividad militar. Estados Unidos ha incrementado sus patrullajes de "libertad de navegación", y ha reforzado alianzas militares con Japón, Corea del Sur y Australia. Taiwán, por su parte, ha elevado su gasto militar y ha modernizado sus fuerzas armadas, preparándose para un posible conflicto asimétrico.
Tecno-nacionalismo en Marcha
Conforme aumenta la demanda internacional de microchips, su valor estratégico como pilar para la economía global, la competitividad tecnológica y la seguridad nacional se vuelve más evidente. En este contexto, la Oficina de Seguridad Nacional de Taiwán ha advertido que China está utilizando sus empresas para encubrir sus ambiciones políticas. Como respuesta, las autoridades y empresas locales han limitado la cooperación con empresas chinas, y han reforzado el sistema de control de la salida de tecnología y conocimiento. Ante las crecientes restricciones, China ha redoblado sus esfuerzos por desarrollar una industria de semiconductores local. A pesar de que el sector está expandiéndose recibe cada vez más inversiones estatales, aún enfrenta limitaciones tecnológicas y de capacidades humanas. Aún queda bastante para alcanzar la independencia.
Por su parte, Estados Unidos ha sancionado la Ley de Chips y Ciencia con el objetivo de fortalecer el desarrollo de la industria de semiconductores norteamericana y reducir su dependencia de tecnología extranjera. En paralelo, Taiwan ha publicado su versión, ofreciendo reducciones fiscales para la investigación, desarrollo e inversión en el sector, y endurecer las sanciones contra la filtración de información tecnológica clave.
Una intervención directa de la isla por parte de China podría acarrear serias implicancias económicas y diplomáticas. Por ello, ha optado por medidas de presión no convencional como la “cuarentena” alrededor de la isla, que si bien no constituye una acción militar, si representa un hostigamiento. Esta acción busca generar disrupciones económicas y debilitar la posición internacional de Taiwán. Frente a esta situación, Taiwán debe mantener la estabilidad interna y la cohesión social, así como también intentar sostener una postura de resistencia. Simultáneamente, debe buscar fortalecer sus alianzas internacionales, con Estados Unidos y otros actores regionales como Japón y Australia, para garantizar respaldo y seguridad frente a las crecientes presiones chinas.