Energía nuclear e inteligencia artificial: una alianza estratégica para el siglo XXI

El avance de la inteligencia artificial ha renovado el interés mundial por la energía nuclear. Sus aplicaciones mejoran la eficiencia, seguridad y gestión de los reactores. Simultáneamente, la creciente demanda eléctrica de los sistemas de IA impulsa a gobiernos y empresas a reconsiderar la energía nuclear como una fuente estable de energía libre de emisiones de carbono. Sin embargo, el desarrollo nuclear avanza a un ritmo más lento que la expansión de los datacenters, lo que genera tensiones entre la urgencia tecnológica y los plazos energéticos.

DESTACADOSIA, INNOVACIÓN Y TECNOLOGÍAAMBIENTE Y DESARROLLO SOSTENIBLE

Irina Wacs

11/15/20252 min read

La IA atraviesa una expansión sin precedentes. Sus desarrollos exigen una capacidad eléctrica cada vez mayor. Según Goldman Sachs, la demanda energética de los datacenters podría crecer hasta un 165 % para 2030. Solo en Estados Unidos, se prevé que consuman más de 400 teravatios-hora anuales.

Esta presión sobre los recursos energéticos convierte al suministro eléctrico en un punto crítico. Sostener la expansión de la IA sin aumentar las emisiones de carbono ni depender de fuentes intermitentes es un desafío central. En este contexto, la energía nuclear reaparece como una opción estratégica: produce electricidad estable, continua y libre de emisiones.

Las grandes tecnológicas ya avanzan en esta dirección. Google, Amazon y Meta firmaron acuerdos de compra de energía nuclear e invierten en reactores avanzados para cumplir sus compromisos climáticos. Algunas iniciativas incluyen la reapertura de plantas existentes y la financiación de reactores modulares pequeños (SMR), más rápidos y seguros de construir.

Estas alianzas redefinen la forma en que las empresas tecnológicas gestionan su demanda energética, pero su implementación enfrenta desafíos de escala y tiempo. La IA avanza más rápido que la infraestructura que necesita para sostenerse. Esto plantea interrogantes sobre cómo compatibilizar innovación digital y transición energética.

El tiempo como obstáculo estructural

Aunque la energía nuclear gana terreno en la agenda global, su desarrollo no logra seguir el ritmo acelerado de la inteligencia artificial. Construir un reactor puede demorar entre seis y ocho años, en tanto que un datacenter se instala en menos de uno. Esta diferencia genera una brecha temporal difícil de resolver. La IA demanda energía inmediata, mientras que las soluciones nucleares requieren décadas de planificación, licencias y pruebas de seguridad.

En este escenario, los SMR se presentan como una opción más flexible y de menor complejidad, capaz de acelerar la expansión nuclear. Sin embargo, la mayoría de los proyectos se encuentran en etapas de diseño o licenciamiento inicial. Google, por ejemplo, firmó un acuerdo con Kairos Power para desarrollar reactores de sales fundidas que podrían entrar en funcionamiento recién en 2030.

Frente a esta demora, algunas empresas optan por aprovechar la infraestructura existente. Microsoft apoya la reapertura de Three Mile Island, mientras Meta cerró un acuerdo con Constellation Energy para obtener más de 1.100 megavatios de energía nuclear libre de carbono. No obstante, sólo un número reducido de plantas puede reactivarse o extender su vida útil. Estas limitaciones generan que el gas natural y las energías renovables se mantengan como alternativas más realistas a corto plazo.

Hacia un progreso sostenible

La expansión de la inteligencia artificial redefine el consumo energético global y exige sostener la innovación tecnológica sin agravar la crisis climática. La energía nuclear se perfila como una pieza clave de esta nueva infraestructura energética, pero su desarrollo avanza a un ritmo que no logra cubrir la creciente demanda.

Ninguna fuente de energía representa por sí sola una solución definitiva. El gas natural y las energías renovables seguirán teniendo un papel esencial. En lugar de competir, deberían integrarse en un enfoque común que compatibilice el crecimiento de los datacenters con un consumo energético responsable. Alcanzar ese equilibrio dependerá de políticas coherentes, cooperación internacional y planificación a largo plazo. En última instancia, el verdadero reto del siglo XXI será lograr que la inteligencia artificial contribuya a un progreso sostenible, orientado a ampliar nuestras capacidades sin comprometer los recursos existentes.