Extremismo político: ¿enfrenta o transforma a la democracia liberal?
El sistema de partidos en América Latina está sufriendo transformaciones que ponen en tela de juicio a las democracias liberales. Las recurrentes crisis económicas, sumado a una inestabilidad política permanente, genera un clima propicio para dotar de legitimidad a figuras políticas outsiders.
ACTUALIDAD Y POLÍTICADESTACADOS


El sistema de partidos en América Latina está sufriendo transformaciones que ponen en tela de juicio a las democracias liberales. Las recurrentes crisis económicas, sumado a una inestabilidad política permanente, genera un clima propicio para dotar de legitimidad a figuras políticas outsiders.
La crisis económica como motor de desencanto
En primer lugar, las crisis económicas permanentes explican el ascenso de actores externos al campo político. La fragilidad económica es uno de los motores primordiales que aviva el descontento de los ciudadanos para elegir opciones disruptivas al proceso democrático. En Argentina, la victoria de Javier Milei, coincide con una grave situación socioeconómica. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de 2024, el 52,9% de la población vive debajo de la línea de pobreza, lo cual representa un aumento de 12,8 puntos porcentuales con respecto al mismo período en 2023. En Brasil, Jair Bolsonaro canalizó a su electorado en un contexto de alto desempleo y con un débil crecimiento del PBI. Conforme a los resultados del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), la tasa promedio de desempleo era del 12,3%. De esta forma, ambos estadísticos fomentan retóricas que apelan a la insatisfacción de la población y a la repetición de dichas crisis.
Antagonismos discursivos
En segunda medida, la alternancia entre gobiernos de ideologías opuestas no ha permitido la estabilidad de los sistemas políticos. La politización de escándalos de corrupción y la falta de oferta política ante las demandas insatisfechas de la sociedad, ha profundizado la desconfianza hacia las instituciones democráticas. En línea con las estadísticas del Latinobarómetro, el apoyo a la democracia ha ido en sucesivo declive y sigue manteniéndose en 48%. Este suceso crea un vacío de poder que brinda oportunidades a líderes por fuera de la escena política para ocupar esos espacios a partir de discursos “antisistema”. En contextos de debilidad institucional, Laclau sostiene que se construye discursivamente un antagonismo entre dos polos en el cual, un movimiento logra unificar las demandas heterogéneas dentro de un mismo bando. En el caso de Milei, edificó un enemigo interno, como es la casta política mientras que, Bolsonaro movilizó esa rivalidad contra la izquierda y el progresismo como los culpables de la decadencia moral brasileña.
La polarización mediática en redes sociales
En tercer lugar, las redes sociales han jugado un rol destacado en la amplificación de la polarización mediática de la política. En esta dirección, las figuras extremistas utilizan modos de comunicación afines a la sociedad, esto es, más directos y sin intermediarios con sus seguidores. A modo de ilustración, Milei utiliza sus plataformas digitales para difundir sus propuestas económicas de modo más accesible. Por su parte, Bolsonaro realizaba transmisiones en vivo de Facebook para conectar con sus votantes conservadores y religiosos. En palabras de Kitzberger, las redes permiten construir a un sujeto que se ve, al menos diferente, a partir de una performance divergente a la política tradicional. La interconectividad en la era digital lleva a la creación de tribus digitales con un sentido de pertenencia entre sus miembros. No es casualidad que el mayor caudal de votos de Milei se encuentre en el segmento etario entre 25-40 años, canal de comunicación destacado entre la franja joven de la población. También Bolsonaro, consolidó un grupo fiel de seguidores que repetían su discurso anti-izquierda.
Efectos del extremismo político en las democracias modernas
El efecto inmediato que trae aparejado este suceso a las democracias liberales es la fragmentación del sistema político. La irrupción de líderes radicales desestabiliza el sistema de partidos. Considerando esto, las reglas (in)formales propias de la democracia podrían quedar en desuso si los partidos tradicionales convergen hacia las normas de juego que plantean los movimientos o líderes extremistas. Para ilustrar, el choque constante de Bolsonaro, durante su mandato, con el Congreso y el Poder Judicial. En efecto, debilita los contrapesos institucionales y refuerza el personalismo en la cabeza del Poder Ejecutivo.
En un segundo plano, estos movimientos extremistas adoptan posturas antidemocráticas que cuestionan los mecanismos institucionales. En esta línea, estos líderes proponen una relación directa con la población y dejar en un segundo plano, los intermediarios institucionales. Siguiendo con Bolsonaro, la negación de los resultados electorales de 2022 por parte de sus votantes culminó con el asalto a las sedes de los tres poderes en Brasil. En otras palabras, son intérpretes y exponentes de la rebelión contemporánea contra la democracia liberal en torno a sus principios, instituciones y prácticas.
Necesitamos una renovación democrática
El sistema político en América Latina manifiesta desplazarse en una combinación de fragmentación y contestación aunque todavía persiste la resistencia institucional. El acoplamiento entre crisis recurrentes e inestabilidad política se sitúan como condiciones propicias para la emergencia de outsiders políticos. Frente a este panorama, el sistema democrático debe encontrar respuestas dentro del diseño institucional y buscar nuevas formas de reconexión con la ciudadanía.