Giro electoral canadiense: el efecto Trump

La reelección de Donald Trump reconfiguró no solo la política interna de EE.UU., sino también el tablero electoral canadiense. Victoria Farina analiza cómo el endurecimiento comercial, los comentarios que cuestionaron la soberanía canadiense y la retórica confrontativa del nuevo presidente norteamericano obligaron a los partidos canadienses a replantear sus campañas. Entre tensiones por el T-MEC, aranceles recíprocos y un cambio abrupto en la agenda pública, Canadá encontró en Mark Carney un liderazgo dispuesto a defender su autonomía frente a Washington.

POLÍTICA INTERNACIONAL

Victoria Farina

7/2/20253 min read

Aunque la relación con EE.UU. marcó la campaña, Canadá enfrentaba simultáneamente un escenario político inestable. Las principales preocupaciones de los votantes eran el aumento del costo de vida (55 %), la debilidad estructural de la economía (76 %) y el descontento con las políticas migratorias (18 %). En este contexto, Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador de Canadá y principal figura de la oposición, centró su campaña en la economía. Propuso controlar la inflación y recortar impuestos, lo que le permitió liderar los sondeos con hasta 25 puntos de ventaja.

Paralelamente, la popularidad del gobierno liberal alcanzó su punto más bajo: solo el 28 % de los canadienses aprobaba la gestión de Justin Trudeau, mientras que el 56 % consideraba que debía renunciar. Esta tendencia se aceleró con la dimisión de la ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, quien lo acusó de emplear “costosos trucos políticos” con dinero público. La combinación de estos factores condujo a que, en enero, Trudeau anunciara su renuncia como primer ministro y como jefe del Partido Liberal.

Como sucesor, el partido eligió a Mark Carney, un economista con reconocida trayectoria internacional, que asumió el 14 de marzo. Al no formar parte de la administración saliente, representaba una alternativa que no rompía con la continuidad partidaria.
Trump se quejó de que el USMCA (Tratado entre México, EE.UU. y Canadá), que regula el libre comercio entre estos países, no protegía los intereses estadounidenses. Estas quejas se enmarcaron, por un lado, en la necesidad de combatir el contrabando de fentanilo —argumentando que México y Canadá no habían tomado medidas suficientes para detener el flujo de esa droga hacia EE.UU.— y, por otro, en el déficit comercial con Canadá, en gran medida por la importación de energía y materias primas. En consecuencia, en el “Día de la Liberación” anunció un aumento del 25 % en los aranceles a productos canadienses clave, como automóviles, acero y aluminio, y del 10 % a las importaciones energéticas.

Sin embargo, tras conversaciones entre ambos gobiernos, se acordó una pausa de 30 días en la entrada en vigor de dichos aranceles. Durante ese tiempo, el gobierno canadiense se comprometió a redoblar sus esfuerzos para enfrentar la crisis del fentanilo. Pasado el plazo, los aranceles fueron implementados, lo que agravó el estancamiento económico y el aumento del costo de vida. Por consiguiente, Canadá anunció que impondría aranceles del 25 % sobre 155.000 millones de dólares en bienes estadounidenses mientras los gravámenes permanecieran vigentes.


Pocas semanas después de la llegada de Trump al poder, los sondeos comenzaron a reflejar un giro en las prioridades electorales, que pasaron a centrarse en responder al nuevo escenario geopolítico. No se trataba solamente de las consecuencias económicas derivadas de los aranceles, sino también del estilo confrontativo de Trump. Particularmente, por sus reiteradas alusiones a Canadá como el “Estado 51” de EE.UU. y a Trudeau como su “gobernador”, insinuando una subordinación a los intereses de Washington. Estas expresiones fueron percibidas como una amenaza a la soberanía canadiense y generaron un contundente rechazo de todos los líderes partidarios.

Más allá de las diferencias ideológicas, los principales partidos coincidieron en la necesidad de fortalecer la autonomía nacional frente a la influencia estadounidense. Por consiguiente, las campañas comenzaron a destacar temas como la independencia energética, la diversificación comercial y los valores nacionales.

Por otro lado, Poilievre, quien lideraba las encuestas a principios de año, mostró cierta cercanía con el estilo y la retórica de Trump. No obstante, el creciente rechazo al mandatario norteamericano lo obligó a moderar su discurso. Aunque evitó alinearse con él, tampoco lo condenó. En tanto, Carney adoptó una postura firme en defensa de la soberanía canadiense, denunciando públicamente las provocaciones de Trump y rechazando abiertamente los aranceles. Promovió una agenda centrada en la autonomía económica y la protección de los valores nacionales ante presiones externas, logrando capitalizar las preocupaciones del electorado y posicionarse como un líder capaz de enfrentar los desafíos externos.

A pesar de que las encuestas iniciales proyectaban una ventaja conservadora, la falta de una postura clara frente a Trump llevó a Poilievre a la derrota y a la pérdida de su escaño en Ontario. El resultado evidenció el triunfo del Partido Liberal, aunque insuficiente para conseguir la mayoría absoluta en el Parlamento. Esto obligará al gobierno a buscar apoyo legislativo para aprobar leyes y el presupuesto. Sin embargo, no es un escenario desconocido, pues los liberales ya han gobernado dos mandatos sin mayoría, con el respaldo de pequeños partidos como el Verde y el Nuevo Partido Democrático. En definitiva, podría decirse que la elección de Trump actuó como un catalizador externo que reordenó el escenario político canadiense.