Hiper-occidentalismo: la política exterior argentina en la era Milei

El ascenso de Javier Milei ha marcado un giro radical en la política exterior argentina, reemplazando la histórica tendencia del no alineamiento por un “hiper-occidentalismo” centrado mayormente en Estados Unidos. Esto ofrece oportunidades, pero también representa serios desafíos. Así, el país enfrenta un cambio profundo, donde los beneficios de la alineación con Occidente se contraponen al posible aislamiento y la erosión de su histórica política de neutralidad y multilateralismo.

ACTUALIDAD Y POLÍTICAPOLÍTICA INTERNACIONAL

Sol Ávalos

9/12/20254 min read

El ascenso al poder de Javier Milei ha marcado un punto de inflexión en la política exterior argentina. Desde el retorno a la democracia, esta se había caracterizado por la búsqueda de autonomía, la promoción del multilateralismo y la integración regional. Asimismo, la defensa de los valores democráticos y la reivindicación de la soberanía en torno a la cuestión Malvinas, han sido cuestiones centrales. La llegada del nuevo gobierno ha resquebrajado estos postulados tradicionales, introduciendo una renovada posición, estrecha a Occidente. Este giro ha implicado cambios significativos en materia diplomática y supone tanto oportunidades como desafíos.

El giro político hacia el “híper-occidentalismo

Argentina es considerada una nación Occidental. Su cultura, historia, tradiciones e idioma se encuentran fuertemente arraigados a su pasado como colonia española y a las oleadas de inmigracion europea. En consecuencia, la política exterior del país también se ha encontrado influenciada por estos factores, tendiendo históricamente a un alineamiento con los valores occidentales. Los gobiernos de Carlos Menem, Fernando De la Rúa y Mauricio Macri han sido claros ejemplos de esta tendencia.

La política exterior del gobierno de Javier Milei, sin embargo, no solo ha demostrado un alineamiento con el bloque, sino que ha alcanzado un hiper-occidentalismo. Esto supone una lógica de aquiescencia con respecto a Estados Unidos, combinando los elementos del acoplamiento, acomodamiento y engagement. Consecuentemente, Argentina ha comenzado a priorizar estos vínculos en detrimento de otros socios estratégicos. Algunas decisiones que ha tomado el actual gabinete que remiten al hiper occidentalismo han sido la salida del grupo BRICS, la reevaluación del vínculo con China y el fortalecimiento de sus relaciones bilaterales con Estados Unidos e Israel.

Oportunidades

El actual alineamiento supone oportunidades para Argentina. En el plano económico, un mayor entendimiento con este bloque permitiría atraer inversión extranjera. Estados Unidos ya es un actor clave en la economía del país. El último informe del Banco Central de la República Argentina sobre inversión extranjera directa lo ubicó como el principal origen de la IED en Argentina, con un stock de USD 31.882 millones, que representó un 17% del total de tenencias. Actualmente, se destacan seis proyectos mineros en las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca y Santa Cruz, financiados por Washington. Partiendo de esta base, el acercamiento político con el bloque occidental podría traducirse en mayores oportunidades de inversión, fomentando la capacidad productiva del país y contribuyendo a su estabilidad económica.

Asimismo, el liderazgo de Estados Unidos dentro del Fondo Monetario Internacional, podría resultar provechoso para Argentina. La superpotencia norteamericana ejerce el mayor poder de voto dentro del Directorio del organismo, constituyendo un 16.49% del total. Esto se debe a su aporte como principal contribuyente, equivalente a $82994.2 millones derechos especiales de giro. Por otro lado, Argentina se encuentra en una situación delicada con el FMI, al poseer una deuda de USD 41.323 millones. En este contexto, una relación cercana con el país más influyente dentro del organismo, podría facilitar el acceso a asistencia financiera y programas de estabilización que promuevan la recuperación económica del país. Adicionalmente, Argentina ha declarado de interés nacional formar parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Para ello, resulta crucial contar con el apoyo de Washington y de los países europeos miembros.

El giro político orientado hacia Occidente, también resulta beneficioso en materia de seguridad y defensa. Particularmente frente al avance chino en el Atlántico Sur y contra la explotación ilegal de recursos por parte de fuerzas extranjeras. Esta cercanía se traduce en la transferencia de tecnología y equipamiento militar, ejercicios conjuntos y apoyo financiero. También, una sólida relación con Estados Unidos podría ofrecer respaldo para futuras negociaciones con Reino Unido, en torno a las Islas Malvinas.

Desafíos

La adopción de esta postura hiper-occidentalista también conlleva desafíos. En primer lugar, la redefinición y eventual detrimento del vínculo bilateral con China resulta perjudicial, sobre todo en materia económica. Durante las últimas décadas, el gigante asiático se ha convertido en un actor clave en la economía argentina, siendo su segundo socio comercial, sólo superado por Brasil, y una de las principales fuentes de inversión extranjera directa. En mayo de 2025, fue el mayor importador de productos primarios y el segundo de manufacturas de origen agropecuario argentino. En este contexto, el debilitamiento de la relación con China podría repercutir en su intercambio comercial, afectando profundamente a la Argentina que se encuentra transitando un proceso de recuperación económica.

En segundo lugar, un rígido alineamiento limita la flexibilidad diplomática de Argentina y supone el abandono de su histórica tradición de neutralidad y multilateralismo. Los principios que orientan la política exterior de Milei, como el escepticismo hacia la gobernanza global, obstaculizan la inserción internacional del país y llevan a un mayor aislamiento. Ejemplos de ello fueron la salida del BRICS y de la Organización Mundial de la Salud, así también como el rechazo al Pacto Futuro de la ONU, que reducen la capacidad de Argentina para incidir en espacios multilaterales. También, el alineamiento inequívoco con Occidente podría debilitar sus relaciones bilaterales con socios estratégicos. Esto ha sucedido con Rusia y Brasil, donde desacuerdos y discrepancias políticas han enfriado el vínculo. De continuar este rumbo, Argentina podría verse sumida en un mayor aislamiento, reduciendo su participación internacional y debilitando vínculos estratégicos con otros países.