IA como recurso geopolítico: ¿dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos?

La inteligencia artificial está cambiando el panorama geopolítico, con Estados Unidos y China a la cabeza. Este artículo explora cómo la IA está siendo utilizada como una herramienta estratégica por las naciones, las implicaciones para la seguridad internacional y la creciente brecha tecnológica entre países desarrollados y en desarrollo. También se analizan los desafíos de la regulación y la necesidad de cooperación global para garantizar un desarrollo ético y responsable de la IA.

IA, INNOVACIÓN Y TECNOLOGÍAPOLÍTICA INTERNACIONAL

1/27/20254 min read

La Inteligencia Artificial (IA) se ha consolidado como un elemento central de la Nueva Era digital. Con el avance de la globalización y el mejoramiento tecnológico, la IA consiguió atravesar ámbitos económicos, sociales, políticos y de seguridad. Cada vez son más las industrias, gobiernos, organizaciones privadas y públicas que la implementan en sus actividades. Además, ya es parte de la vida de los ciudadanos, quienes la utilizan en tareas del día a día.

Los objetivos de la herramienta tecnológica se formulan en vistas de mejorar la efectividad, aumentar la eficiencia de cada proceso y reforzar la seguridad. Es decir, la IA se estableció como un factor de poder, ya que los beneficios que logra la sitúan en un status con capacidad de ser un arma estratégica para la influencia en la toma de decisiones y para el desarrollo competitivo entre sociedades.

De esta manera, los países comenzaron a posicionarse frente a esta nueva dinámica, articulando una nueva distribución de poder y competencia en términos geopolíticos. La inversión en investigación, desarrollo y acumulación de datos fueron las prioridades de las potencias para encaminar sus trayectorias en el marco de esta nueva tecnología.

La disputa por quién será el país hegemónico y pionero alrededor de la IA es entre Estados Unidos y China. Ambos países son pioneros y actores clave en este tipo de tecnología, comprendiendo el 70% de los beneficios globales generados por el mercado de la IA. El país americano cuenta con grandes compañías tecnológicas de gran ímpetu, como Google, Meta, NVIDIA, Microsoft, Apple o Qualcomm. Mientras que el gran asiático cuenta con Baidu, Alibaba y Tencent. Tales empresas son en definitiva actores geopolíticos paraestatales sumamente importantes y concentradores de grandes riquezas.

En un segundo plano se encuentran Europa, países asiáticos como Japón y Corea del Sur, y Rusia. Líderes mundiales muy relevantes han manifestado sus opiniones al respecto de la IA, como Vladimir Putin, expresando: “quien lidere la carrera por la inteligencia artificial gobernará el mundo”.

Todos buscan hacerse un lugar en el mapa geopolítico a partir de la innovación tecnológica, aunque implique un arma de doble filo. Por un lado, sus beneficios son significativos. Empero, una mala ejecución puede resultar una pérdida considerable para el país, tanto en expectativa económica como su posición frente a la hegemonía tecnológica.

La brecha tecnológica entre países

La inteligencia artificial se halla atomizada en los principales países desarrollados, donde su configuración está dominada por un número reducido de empresas. El objetivo de las naciones es profundizar en su infraestructura logística con miras a exportarla a países menos avanzados, logrando incrementar su supremacía en el ámbito tecnológico. Esta dinámica genera dependencia en las economías de los países en desarrollo, agravando su vulnerabilidad tecnológica frente a los países avanzados y sumándose a otras formas de subordinación económica existentes.

En el futuro cercano, todos los países se enfrentarán al nuevo paradigma tecnológico; sin embargo, aquellos con menor experiencia y capacidad en IA estarán en desventaja en comparación con los Estados más avanzados. La preeminencia de las grandes economías de los Estados en el mercado mundial de la tecnología limita la posibilidad de que las naciones más débiles construyan una soberanía tecnológica. Al no disponer de inversiones sustanciales en investigación de IA y falta de programas para su impulso y perfeccionamiento en este tipo de naciones, un escenario posible será la dependencia de tecnología importada. Esta situación podría dar lugar a nuevas cuestiones geopolíticas que afectan su autonomía en el ámbito de la IA, perpetuando así el patrón de subordinación económica y tecnológica.

Regulación y desafíos geopolíticos

Los protagonistas de la competencia de la IA serán quienes determinarán las reglas de uso de la tecnología inteligente, imponiendo alcances y limitaciones para ganar ventaja ante otros Estados y mantener su influencia internacionalmente. Un ejemplo claro es el 'Plan de Desarrollo de la Inteligencia Artificial de Nueva Generación' de China, que busca posicionar al país como líder mundial en innovación en IA para 2030.

Sin embargo, la contracara de este proceso es la intensidad del progreso de la IA, porque no se ajusta a un acompañamiento acorde o rápido cuando esta herramienta es introducida. Su capacidad transformadora genera cambios disruptivos en las estructuras sociales y consecuencias imprevisibles. Es así que Europa comenzó con un intento de programa regulatorio de la IA, cuyos resultados -aún por verse- serán fundamentales para repensar la regularidad a nivel global. Allí se decidió garantizar un desarrollo responsable del uso de la misma, evitando riesgos, fomentando la innovación y transparencia para crear confianza pública y empresarial. No obstante, persiste un debate frente a qué tanta innovación permite una regulación, ya que se cuestiona cómo asegurar un control sin restringir el avance tecnológico.

La Inteligencia Artificial ya transforma nuestras vidas, pero su avance requiere de regulaciones claras, tal como sucedió con la energía nuclear. En aquel caso, un sólido marco regulador gubernamental mitigó su amenaza de manera global, manifestando un resultado efectivo. Entonces, si la IA se desarrolla bajo normativas cooperativas y éticas, además de evitar abusos y desigualdades, podrá reducir riesgos previstos. Pero aun así, se necesitará de una constante evaluación de su alcance e impacto, como también de posibles nuevas amenazas. La pregunta central continúa siendo: ¿podrá la cooperación internacional evitar que esta herramienta se convierta en un factor de división irreversible?