Integración regional latinoamericana en tiempos de competencia hegemónica global

Latinoamérica es clave en la competencia hegemónica global entre China y Estados Unidos. Su riqueza en recursos estratégicos la convierte en un objetivo para ambas potencias, que buscan expandir su influencia mediante comercio, la transferencia de tecnologías y el suministro de armamento. La integración regional podría fortalecer la autonomía latinoamericana, permitiendo mejores negociaciones y reduciendo la dependencia económica.

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Sol Ávalos

10/3/20253 min read

Latinoamérica es clave en la competencia hegemónica global entre China y Estados Unidos. Su riqueza en recursos estratégicos la convierte en un objetivo para ambas potencias, que buscan expandir su influencia mediante comercio, la transferencia de tecnologías y el suministro de armamento. La integración regional podría fortalecer la autonomía latinoamericana, permitiendo mejores negociaciones y reduciendo la dependencia económica.

China y su creciente presencia

Desde su ingreso a la Organización Mundial del Comercio en 2001, China ha profundizado su presencia en Latinoamérica, abarcando ámbitos como el comercial, financiero, energético y militar. Entre 2000 y 2023, la proporción de las exportaciones dirigidas a China aumentó del 1% al 14%, mientras que las importaciones incrementaron de un 2,3% a un 20%. De esta manera, la superpotencia oriental se ha convertido en el segundo socio comercial de la región y el primero de América del Sur.

De igual modo, la inversión extranjera directa china ha experimentado un notable crecimiento, convirtiéndose en una de las principales fuentes de financiamiento para la región. Sus flujos se dirigen sobre todo a áreas estratégicas, como la energía, los recursos naturales o la infraestructura, a través de la iniciativa de la Franja y la Ruta.

Si bien este vínculo ha generado oportunidades significativas para América Latina y ha contribuido a su desarrollo, también ha profundizado un intercambio asimétrico. La región continúa exportando recursos naturales y productos agropecuarios, mientras importa bienes manufacturados y de mayor valor agregado. Esta dinámica no solo ha impactado en la competitividad de los productores locales, sino que además ha reforzado la dependencia económica a través del endeudamiento y de déficits comerciales persistentes.

Estados Unidos y su estrategia de retorno

A pesar de haber sido históricamente el principal socio de América Latina, la presencia de Estados Unidos ha disminuido en las últimas dos décadas frente al avance chino. Esto ha despertado gran preocupación en Washington, que se encuentra en búsqueda de restablecer su protagonismo en la región. Esto ha sido evidenciado recientemente en el afán de Donald Trump por recuperar el control sobre el Canal de Panamá, ante el predominio de empresas chinas en las últimas décadas. A pesar de la pérdida de exclusividad sobre su esfera de influencia y el debilitamiento de su soft power en América Latina, Estados Unidos continúa ocupando un rol central en la región.

Según el más reciente informe del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) sobre transferencia de armamentos, fue el mayor proveedor de armas a América del Sur luego de Francia, representando el 12 por ciento de las importaciones de la región. Además, en el plano económico, Washington es el primer socio comercial y el mayor inversionista de América Latina. Por lo tanto, aunque la expansión de la influencia china ha sido considerable y Estados Unidos ha perdido protagonismo, la potencia americana aún ejerce predominio militar y económico en Latinoamérica. En consecuencia, la dependencia económica y militar de los países de la región continúa siendo una gran problemática, ya que limita la soberanía, obstaculiza el desarrollo autónomo y perpetúa la desigualdad.

El rol del Mercosur y la integración regional

Frente a este escenario, los esquemas de integración regional adquieren un valor estratégico ineludible. La construcción de un espacio autónomo y soberano, que promueva la cooperación entre sus países miembros, aparece como una de las vías más sólidas para reducir la dependencia de las superpotencias y fortalecer la capacidad de negociación de la región.

Un proceso de unificación profundo podría generar beneficios económicos significativos que contrarresten la dependencia externa, entre ellos el incremento del comercio y de la inversión extranjera directa, así como mayor productividad y competitividad en los mercados internacionales. Asimismo, la innovación tecnológica y otros sectores emergentes podrían verse impulsados, generando nuevas opciones de empleo y fomentando el desarrollo sostenible. Bloques como la CELAC y la ALADI ofrecen la posibilidad de consolidar una voz común en el escenario internacional y de ampliar el mercado interno latinoamericano. Sin embargo, a pesar de la ambición de estos esquemas, la fragmentación sigue siendo sustancial y los desafíos son difíciles de sortear. Resulta necesario, por lo tanto, fortalecer los vínculos, ya sea de forma bilateral o multilateral, y promover la cooperación para defender la autonomía latinoamericana.