Juventudes y política en Argentina: ¿cómo se construyen las nuevas agendas?

Las juventudes argentinas cargan con una paradoja: son vistas como símbolo de renovación, pero rara vez son incluidas en los espacios donde se define el poder real. En una era de precariedad económica y fragmentación política, su activismo se desplaza hacia las redes, los colectivos alternativos y los lenguajes propios. Este análisis explora hasta qué punto los partidos y liderazgos tradicionales realmente escuchan a las nuevas generaciones o si, por el contrario, se limitan a capitalizar su energía simbólica sin ceder espacios de decisión.

INSTITUCIONES Y GOBIERNODESTACADOS

Martina Boba Fernández

5/6/20252 min read

En la historia reciente argentina, las juventudes han sido descritas como fuerzas de cambio, protagonistas de ciclos políticos y sociales transformadores. Sin embargo, hoy la pregunta se complejiza: ¿los y las jóvenes realmente tienen la capacidad de incidir en la agenda pública, o su protagonismo es más simbólico que efectivo?

A fines prácticos, definiremos por juventud a las personas menores de 29 años. En una Argentina marcada por la incertidumbre económica, la fragmentación política y la precariedad generalizada, esta franja etaria parece estar tironeada entre sus deseos de participación y una enorme desilusión. No estamos ante una juventud apática, pero sí frente a una generación que, en muchos casos, no encuentra canales institucionales ni espacios partidarios que representen sus intereses. El territorio ya no es el único lugar donde se construye lo político; las redes sociales, los espacios comunitarios alternativos, los activismos descentralizados y los lenguajes propios dan forma a nuevas formas de acción política y simbólica.

Frente a la ausencia de espacios en la política tradicional, o lo que muchas veces se sintetiza como "la casta", ha intentado apropiarse de estas nuevas formas discursivas. Se intenta hablar como los jóvenes, pero no se los integra realmente. ¿Hasta qué punto los partidos escuchan lo que las juventudes proponen? ¿Lo hacen por convicción, por oportunismo electoral o por miedo a quedar fuera de época? Las juventudes, por su parte, navegan un escenario de ambivalencia: por un lado buscan incidir en los marcos existentes; por el otro, construyen nuevas alternativas fuera de ellos. Si bien hay una generación activa en redes, visible en marchas, en colectivos feministas, ambientalistas o estudiantiles, eso no necesariamente se traduce en poder de decisión.

Otro aspecto clave es la relación intergeneracional. ¿Qué lugar dan los liderazgos históricos a las nuevas voces? Muchas veces se espera que los y las jóvenes "militan desde abajo", sin ofrecerles herramientas reales para incidir en la toma de decisiones. Se los convoca para subir carteles, pero no para pensar estrategias. Se los celebra en los discursos, pero se los margina de las decisiones. Esta exclusión muchas veces sutil, refuerza la percepción de que las juventudes son valoradas como “capital simbólico” pero no como sujetos políticos plenos.

No queremos caer en una narrativa ingenua de la juventud como “vanguardia pura”, ni tampoco en la caricatura conservadora de los jóvenes como superficiales o frágiles. El objetivo es mirar con honestidad una realidad compleja, sin romantizar pero sin desestimar. ¿Qué disputan realmente las juventudes? ¿Cómo se construyen hoy sus agendas? ¿Cuáles son los límites y cuáles las potencias de esta generación? El acceso a debates globales, la fluidez para construir nuevas identidades políticas, el uso estratégico de las plataformas digitales y la capacidad de autogestión son parte de las fortalezas que caracterizan a las juventudes actuales.

No hay respuestas cerradas. Pero sí hay una certeza: las juventudes están haciendo política, aunque no siempre donde se las espera, ni cómo se las imagina. Habrá que ver si las estructuras tradicionales están dispuestas a escucharlas de verdad, o si seguirán optando por traducir sus lenguajes sin comprender sus demandas. Y sobre todo, habrá que pensar si los jóvenes pueden (y quieren) transformar un sistema que muchas veces parece no haber sido hecho para ellos.