La guerra a control remoto: drones y el nuevo rostro anónimo del conflicto

La expansión de los drones comerciales ha transformado la guerra moderna: el dominio aéreo ya no es exclusivo de los Estados. Desde las disidencias armadas en Colombia hasta los cárteles en México, actores no estatales en América Latina están empleando esta tecnología con fines letales y logísticos. Este análisis examina cómo los drones alteran las nociones tradicionales de soberanía, responsabilidad y ética en conflicto, y propone una urgente actualización normativa para enfrentar este nuevo tipo de amenaza descentralizada.

POLÍTICA INTERNACIONAL

Alejandro Burgos

6/13/20252 min read

Durante el siglo XX el dominio aéreo era exclusivo de Estados con tecnología avanzada y altos presupuestos. Hoy, la proliferación de drones comerciales ha expandido el acceso a esta capacidad. En América Latina, la creciente posibilidad de acceder a drones planteó nuevos desafíos regulatorios. Actores no estatales ya utilizan drones en conflictos con gran eficacia.

Esta transformación está reconfigurando el panorama bélico mundial. Drones de bajo costo, como el Bayraktar TB2 han demostrado su valor en conflictos como el de Ucrania. Además, la disponibilidad irrestricta de drones comerciales y fáciles de modificar ha facilitado su uso por una diversidad de grupos en todos los continentes. Desde ISIS y los hutíes hasta cárteles y narcotraficantes latinoamericanos.

Tanto cárteles como guerrillas usan drones para transportar drogas y realizar ataques explosivos. En Colombia, disidencias de las FARC y ELN emplean drones modificados en sus operaciones diarias. En México, los cárteles de Jalisco y Sinaloa los usan para traficar drogas hacia Estados Unidos. Esta tecnología desafía la soberanía, plantea retos legales y exige respuestas institucionales urgentes. Esto difumina la línea entre tecnología civil y militar, y crea un rostro anónimo del conflicto, donde identificar responsables es cada vez más difícil.

Estos avances plantean desafíos morales y políticos urgentes. Este distanciamiento erosiona el principio de humanidad del derecho internacional humanitario. Este principio exige tratar al enemigo con dignidad y evitar sufrimiento innecesario. Como señala el teólogo Oliver O’Donovan, la intención moral importa en la guerra. Pero los drones dificultan evaluar esa intención a distancia.

El derecho humanitario también se basa en los principios de distinción y proporcionalidad. Los drones pueden hacer más difícil distinguir entre combatientes y civiles. Además, su uso desproporcionado puede obedecer a lógicas estratégicas, no éticas.

La soberanía estatal también se ve amenazada. Como sugiere Wendt con el OVNI, el dron representa una amenaza para el conocimiento. Desafía nuestra comprensión del enemigo, del territorio y de la agencia. La guerra ya no responde a las categorías tradicionales y el anonimato que estos otorgan a los perpetradores un poder casi omnipresente.

Frente a este panorama, el derecho internacional ofrece algunas bases normativas útiles. Los Convenios de Ginebra siguen siendo relevantes: protegen a civiles y limitan el sufrimiento en conflictos mediante normas humanitarias fundamentales. Sin embargo, para los desafíos que se presentan para América Latina, se requiere una actualización legal específica para regular esta tecnología.

Crear marcos legales sólidos es fundamental para controlar el uso indebido de drones en América Latina. Además, limitar el acceso a materiales, puede reducir las modificaciones en modelos comerciales con fines ilícitos. Finalmente, es necesario capacitar a las fuerzas de seguridad para que puedan lidiar con su uso ilegal de forma eficiente.

Los drones han democratizado la capacidad de hacer la guerra y acceder a tecnologías nuevas. Esto ha reducido barreras técnicas y éticas con consecuencias profundas. Es urgente desarrollar un marco legal que equilibre seguridad, derechos y responsabilidad. Solo una cooperación multilateral efectiva permitirá enfrentar estos retos tecnológicos y éticos.