La incertidumbre como herramienta de la política internacional
La actualidad política internacional se ha convertido en un escenario donde la incertidumbre en la toma de decisiones se ha convertido en la regla. Lejos de ser una excepción, la reciente asunción de Donald Trump viene a consolidar dicha premisa. Su estilo de gobierno, caracterizado por la imprevisibilidad y el desafío de los compromisos internacionales, está incrementando la volatilidad en la política mundial, obligando a los actores globales a replantear sus estrategias.
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Una de las características más comunes de algunos de los liderazgos del siglo XXI es su impredictibilidad para actuar en el tablero internacional. Aquello, lejos de ser una mera arbitrariedad, es una herramienta estratégica. En 2022, la invasión rusa a Ucrania supuso una ruptura flagrante de los acuerdos de Minsk. Esto no solo desestabilizó la región , sino que también puso en duda el sistema de seguridad europeo. A pesar de que el continente confió ciegamente en el cumplimiento de este acuerdo, esta acción ha puesto en entredicho la eficacia del derecho internacional como mecanismo para prevenir y resolver conflictos. Además, dejó en claro cómo un suceso inesperado puede alterar fácilmente el equilibrio de poder.
De manera similar, la política de ambigüedad china frente a Taiwán es otro ejemplo. Si bien bajo la doctrina de “Una sola China” Pekín se atribuye la isla como parte de su territorio, mantiene una postura deliberadamente ambigua sobre cómo y cuándo se reunificaría la isla. De esta manera, se busca ejercer presión sin cruzar límites que puedan desencadenar una confrontación abierta. Esta falta de claridad dificulta las posibilidades de que otros actores puedan anticiparse a un posible conflicto.
Algunos países adoptan estrategias basadas en la imprevisibilidad para mantener a la comunidad internacional en constante alerta. Un caso ejemplar es el de Corea del Norte, que ha mantenido una política de disuasión basada en la realización de pruebas nucleares y lanzamientos de misiles en momentos aleatorios. Dicha estrategia genera dudas sobre las verdaderas intenciones del régimen, lo que dificulta la coordinación de respuestas unificadas por parte de la comunidad internacional.
Frente a estos casos, la figura de Trump se inscribe perfectamente en este nuevo paradigma. A pesar de gobernar dentro de un marco democrático, su estilo disruptivo y capacidad para desafiar las normas preestablecidas encajan en un mundo donde las potencias autocráticas utilizan la impredecibilidad para conseguir objetivos estratégicos. Esto opera en detrimento de las normas establecidas por el derecho internacional. Estas acciones representan un cambio respecto al comportamiento predecible y basado en normas que ha caracterizado a las democracias liberales durante las últimas décadas. Mientras que la previsibilidad permite que los actores realicen cálculos racionales y genera estabilidad, la imprevisibilidad rompe con este esquema, generando el efecto contrario. Aunque puede ser beneficiosa en determinados contextos.
La “teoría del loco” nixoniana y sus antecedentes
Esta táctica se replica a Nicolás Maquiavelo cuando afirma que “es cosa sapientísima fingirse loco durante un tiempo”. La teoría postula que un líder que aparenta ser irracional puede persuadir a otros actores para que hagan concesiones que de otro modo no harían, debido al temor de una respuesta inesperada.
Durante su mandato, la administración Nixon buscó retirarse de la guerra de Vietnam, pero siempre desde una posición lo más fuerte posible. Asesorado por Henry Kissinger, utilizó esta teoría para forzar al gobierno de Vietnam del Norte a realizar negociaciones de paz en términos más favorables para los Estados Unidos, bajo la amenaza de tomar las medidas más extremas (por ejemplo, la utilización de armamento nuclear en el país asíatico) en caso de que los vietnamitas se nieguen a aceptar los términos impuestos por EEUU. Además de dicha amenaza, en 1969 declaró a las fuerzas armadas estadounidenses “alerta de guerra total”, y aviones armados con bombas nucleares sobrevolaron cerca de la frontera soviética por más de 72 horas. En un libro escrito por su ex jefe de gabinete, Harry Haldeman, este confirma que lo que pretendía Nixon era correr el rumor de que estaba “obsesionado con el comunismo y que tenía la mano en el botón nuclear”
El caso de Donald Trump
Una de las cosas que caracteriza al nuevo presidente de los Estados Unidos es su liderazgo disruptivo. A través de declaraciones muy polémicas durante su campaña, y de ciertas acciones ya concretadas, Trump pretende cambiar radicalmente la posición de los Estados Unidos en el mundo.
En cuanto a su política exterior, podemos ver un sorpresivo acercamiento diplomático a Rusia. Por otro lado, la aversión del mandatario al estado actual de la OTAN indica que el país norteamericano podría retirarse del mismo en cualquier momento. Dichos gestos fueron acompañados de polémicas declaraciones, como la presunta anexión de Canadá y la compra de Groenlandia. En lo que respecta al ámbito económico, su disruptividad se refleja en la imposición de un nuevo arancel del 10% a las importaciones Chinas. Además, firmó órdenes ejecutivas para imponer aranceles del 25% a México y Canadá.
Más allá de su disruptividad, lo que vuelve a este líder auténticamente impredecible son sus contradicciones. Un caso paradigmático de ello fue en 2017, cuando en la asamblea general de la ONU amenazó con “destruir totalmente” a Corea del Norte. Esto fue interpretado como una declaración de guerra por Pionyang. Meses después, en una demostración de fuerza, aviones militares estadounidenses volaron muy cerca de la costa norcoreana. Al año siguiente, como si tales antecedentes no hubieran existido, ambos líderes celebraron un histórico encuentro en Singapur, siendo la primera vez en la historia que los mandatarios de ambos países se reunían después de la guerra de Corea.
La teoría del loco y sus riesgos
Si bien en determinados contextos la impredictibilidad puede ser ventajosa, demuestra ser un problema cuando se torna en regla. Basta solo con que los cálculos fallen para que pueda desencadenarse una crisis, ya sea en el ámbito económico o geopolítico. En el ámbito económico, la incertidumbre es negativa ya que no permite que los actores económicos, como las empresas, puedan hacer cálculos en el mediano y largo plazo, lo que podría generar desconfianza e inestabilidad en los mercados.
En el ámbito geopolítico puede suceder algo muy similar. Una prueba clara de ello podría ser la crisis de los misiles, que fue un enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética luego de que, en octubre de 1962, EE.UU. descubriera que los soviéticos estaban instalando misiles nucleares en Cuba. El mundo estuvo al borde de una guerra nuclear mientras ambas potencias negociaban una solución. Finalmente, la URSS acordó retirar los misiles a cambio de que EE.UU. no invadiera Cuba y desmantelara sus misiles en Turquía.
Un arma de doble filo
La impredictibilidad en las relaciones internacionales es un arma de doble filo. Si bien puede ser utilizada estratégicamente para generar incertidumbre en los adversarios y obtener concesiones, también puede generar inestabilidad, crisis de confianza y consecuencias inesperadas. La falta de previsibilidad puede alterar el equilibrio global, debilitando los mecanismos internacionales de resolución de conflictos y generando tensiones constantes.