La liebre y la tortuga: innovación y competencia en la industria de la salud global
El aumento global de los costos de salud y la desigualdad en el acceso a tecnologías médicas avanzadas reflejan una tensión creciente en la industria farmacéutica, que enfrenta desafíos significativos en la innovación y el vencimiento de patentes. A pesar de los avances en oncología e inmunología, la capacidad de desarrollar nuevos tratamientos efectivos se está volviendo cada vez más difícil y costosa. Este artículo explora cómo estos factores podrían impulsar un cambio en el modelo de negocio de la industria, hacia una mayor accesibilidad y equidad en la atención médica.
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Los costos de salud en todo el mundo están en franco crecimiento. Mientras que en el año 2000 los países de la OCDE gastaban aproximadamente 9,3% del PIB en salud, hoy ese gasto alcanza el 13,9%. Es decir, el gasto en salud ha crecido no sólo en términos absolutos sino que además ha crecido más rápido que los ingresos totales de la economía. Esto se debe en gran medida al surgimiento de numerosas tecnologías que extienden la expectativa de vida humana a niveles impensados en décadas anteriores.
Los países de la OCDE tienen una expectativa de vida al nacer que supera los 80 años. El problema es, como suele suceder en el mundo contemporáneo, la distribución. Como evidencia un estudio de UCL, la expectativa de vida varía unos radicales 21 años tan sólo 12 estaciones del underground de distancia de Oxford Circus, en Londres. Pese a que la tecnología que nos permitiría ser centenarios ya existe, no todos logran tener acceso y en gran medida, esto tiene que ver con un modelo de inversión farmacéutica que ha permitido los avances hasta la fecha pero parece haber alcanzado sus propias fronteras. Las fronteras no son políticas, sino de mercado.
La industria farmacéutica funciona a partir de la innovación permanente, el patentamiento y los altos precios. Lograr un breakthrough médico es muy caro y lleva mucho tiempo; en muchos casos, pueden sucederse múltiples olas de inversión hasta que se logre encontrar una molécula con potencial real. Durante el año 2023 se alcanzó el récord histórico de inversión en R+D, totalizando un 23% de la facturación. Esto quiere decir que 23 dólares cada 100 en ventas fueron reinvertidos en investigación y desarrollo de nuevas moléculas. Ahora, la tasa de éxito compuesta (drogas que superaron la totalidad de las fases - de 1 a 3) de los ensayos clínicos, alcanzó en 2023 el 10,8%, subiendo de un mínimo histórico de 5,9% durante 2022. Esto quiere decir que 11 de cada 100 ensayos clínicos que se llevan adelante, se encuentra una molécula que logra ser comercialmente viable. Ni hablar de la cantidad de moléculas que quedaron sin tener su ensayo clínico de fase 1 pese a haber recibido importantes sumas de inversión. El riesgo es monumental.
Las áreas terapéuticas que han revolucionado la medicina en los últimos años han sido la oncología y en menor medida, la inmunología. El surgimiento de las llamadas “drogas target” que atacan mutaciones genéticas específicas de tumores específicos han logrado expandir la sobrevida en años para pacientes previamente insalvables. Pese a ser muy discutido, existen algunos indicios de que este proceso de innovación disruptiva puede estar llegando a un techo. Se está volviendo cada vez más difícil y costoso lograr drogas con viabilidad comercial. Esto, en oncología e inmunología se traduce a que cada vez se logra encontrar menos productos innovadores que pueden generar los efectos tan asombrosos que drogas como el pembrolizumab o el nivolumab han producido. Y la liebre de la innovación, cada vez más cansada, es eternamente perseguida por la tortuga, odiada por la industria, llamada LOE, “loss of exclusivity” o más coloquialmente, caída de patentes. Esta tortuga alcanza su meta en 20 años. Esta meta se cumplirá tanto para Keytruda (pembrolizumab) como para Opdivo (nivolumab) durante el año 2028 en EEUU. Cuando una patente cae, la competencia por producir imitaciones, llamadas biosimilares, se dispara. Esto presiona significativamente sobre los precios y en consecuencia amplía la accesibilidad. Las drogas que expanden la expectativa de vida se abaratan y así más gente accede a ellas; en cierta forma, se produce un efecto distributivo de mercado, dónde la expectativa de vida se distribuye.
A medida que más patentes caen a nivel mundial y menos innovación es lograda para reemplazarlas, los ingresos de las empresas farmacéuticas, centrados en altos precios y bajo volumen, se ven perjudicados. De hecho, Merck ya se está preparando para el vencimiento de la patente de su producto estrella, Keytruda, que en 2023 representó el 40% de las ventas totales de la compañía. Es por esto que si los indicios son acertados, podríamos estar presenciando un proceso de distribución de la expectativa de vida, dónde la innovación se ralentiza, las patentes caen y la competencia se limita a peleas de precio. Si esto es así, la industria podría necesitar de un viraje en su estrategia de negocios, trasladando más relevancia a la lucha por volumen y precio y menos a la innovación y los altos costos. Esto no sólo sería un cambio de paradigma social, con gente humilde pudiendo vivir vidas cada vez más largas, sino que además implicaría un alivio sustantivo para los sistemas de financiación de salud, cada vez bajo mayor estrés a lo largo del mundo. Sería sin dudas, una extraña pero pequeña utopía natural.
Santiago De All es Licenciado en Ciencia Política (UTDT) y MPhil Candidate in Economic and Social History (Cambridge). Es Analista de Consultoría Estratégica en IQVIA, firma líder a nivel mundial en el mercado de las ciencias de la vida.