La paradoja acústica del calentamiento global
Mientras las “rayas del calentamiento global” muestran un planeta cada vez más rojo, el mundo natural se torna silencioso. El cambio climático no solo eleva temperaturas: está transformando la acústica de los ecosistemas, reduciendo cantos de aves, zumbidos de insectos y corales llenos de vida. Este paisaje sonoro menguante revela con crudeza el avance de la pérdida de biodiversidad, ofreciendo un indicador tan alarmante como el gráfico de temperaturas. Un llamado a escuchar el silencio antes de que sea irreversible.
AMBIENTE Y DESARROLLO SOSTENIBLE


El 21 de junio se celebró el 8vo “Show Your Stripes”, un día dedicado a concientizar sobre el cambio climático y a impulsar el paso del discurso a la acción. Mientras esta imagen se torna cada vez más roja, el ecosistema pierde sus sonidos naturales. Preservar el paisaje sonoro no solo implica conservar la biodiversidad, sino también ofrece una forma de entender cómo el cambio climático está transformando nuestro entorno.
Las "rayas" del calentamiento global
En 2017, una profesora de la Universidad de Reading en Reino Unido, Ellie Highwood, publicó en X una fotografía de una manta tejida a ganchillo alusiva al calentamiento global. Esta manta es una representación artística del aumento de la temperatura global a lo largo del tiempo. Así, comunica de manera sencilla un fenómeno complejo y, al replicarla, incrementa la posibilidad de que las personas sientan e internalicen que el cambio climático es real. Para determinar los colores, se basó en datos científicos sobre el cambio promedio de la temperatura global anual desde 1850 hasta la actualidad.
Ante la repercusión positiva en redes sociales, su colega Ed Hawkins decidió simplificar la visualización y digitalizarla. Para ello redujo la gama cromática a tonos rojos (años cálidos) y azules (años fríos), generalmente asociados al clima en los mapas meteorológicos. El gráfico resultante muestra un aumento progresivo y constante del calentamiento global desde 1850 hasta hoy.
Aunque esta visualización ha sido difundida por políticos, científicos y activistas alrededor del mundo, ha recibido críticas por su excesiva simplificación del fenómeno. Esta falta de precisión puede dificultar la construcción de consensos, al invisibilizar variaciones y desigualdades regionales que determinan el verdadero impacto del cambio climático.
El sonido como indicador ecológico
El cambio climático está alterando los ecosistemas a nivel mundial, afectando la biodiversidad de maneras complejas y a veces imperceptibles. Para comprender estas transformaciones, se vuelve fundamental contar con métodos que permitan monitorear su impacto. En este contexto, el avance tecnológico ha convertido al sonido en una herramienta para medir la salud y biodiversidad de los ecosistemas.
Mientras el gráfico muestra el aumento de la temperatura global, el planeta se vuelve cada vez más silencioso. Este fenómeno es estudiado, en parte, por la ecología acústica, que analiza la relación entre los seres vivos y su entorno sonoro. También lo aborda la bioacústica, ciencia que estudia la producción, transmisión y recepción de los sonidos emitidos por los organismos.
Los métodos ecoacústicos emplean micrófonos y grabadoras para captar los sonidos del ecosistema. A partir de estos registros, se pueden observar cambios en la composición de las comunidades y en los ritmos naturales, así como detectar especies invasoras o difíciles de identificar visualmente.
El silencio de la extinción
Investigaciones recientes revelan que los sonidos naturales están cambiando tan rápido como las temperaturas. El informe 2024 de BirdLife indica que el 40% de las especies de aves están en declive debido a la pérdida de hábitat, especies invasoras y el cambio climático. Como consecuencia, bosques y campos donde antes resonaban cantos y trinos son ahora más silenciosos. Al mismo tiempo, los insectos polinizadores, cuyos zumbidos son vitales, han desaparecido hasta un 75% en algunas regiones.
En el océano, la acidificación reduce la absorción del sonido en frecuencias bajas, afectando a especies que dependen del sonido, como ballenas y delfines. SECORE International alerta que los arrecifes de coral están cada vez más silenciosos al morir, interrumpiendo procesos ambientales esenciales. En el Caribe, más del 80% de los corales han desaparecido, y la Gran Barrera de Coral ha perdido más de la mitad de su cobertura en apenas tres décadas. Además, el cambio climático está acelerando la reducción del hielo marino en el Ártico, lo que facilita la propagación del sonido y aumenta el ruido en la región. Esto, sumado al incremento de actividades humanas, impacta negativamente la comunicación y el comportamiento de la fauna marina.
En los paisajes terrestres, el aumento de temperaturas provoca sequías que reducen la vegetación, haciendo que el sonido viaje más lento y con menor amortiguación. De forma similar, las tormentas, los vientos y los incendios modifican patrones de migración y causan muertes masivas.
El lenguaje dual
En esta urgencia ecológica, las señales visuales se intensifican mientras las sonoras se apagan. Las rayas del calentamiento global nos muestran que las temperaturas suben, pero los cambios en el paisaje sonoro reflejan su verdadero impacto: la pérdida de biodiversidad. El silencio en la naturaleza es un síntoma de degradación, ya que los sonidos ambientales son indicadores clave de la salud ecológica.
Cabe destacar que esta degradación tiene un eco invisible. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, el ruido ambiental generado por la actividad humana es un tipo de contaminación omnipresente que afecta a los ecosistemas y la biodiversidad. Este ruido interfiere en la comunicación, la búsqueda de alimento y la reproducción, generando estrés y alteraciones hormonales, sobre todo en animales que dependen del sonido, como aves, murciélagos, ranas y mamíferos marinos.