Un modelo de turismo sostenible para la Argentina

El turismo rural en Argentina ha experimentado un crecimiento vertiginoso, y El Chaltén es un claro ejemplo de cómo la afluencia de visitantes pone a prueba la infraestructura y la vida local. Este fenómeno se replica en destinos como Humahuaca, Córdoba y Mendoza, demostrando que es una tendencia nacional. Es crucial reflexionar sobre la planificación y la sostenibilidad para que el turismo no solo genere beneficios, sino que también respete y enriquezca a las comunidades anfitrionas.

AMBIENTE Y DESARROLLO SOSTENIBLEECONOMÍA E INDUSTRIA

Olivia Azcoitia

10/7/20253 min read

En la última década, el turismo rural y de naturaleza en Argentina dejó de ser una alternativa secundaria para convertirse en uno de los motores de crecimiento más visibles. Cada vez más viajeros eligen alejarse de las grandes ciudades en busca de paisajes abiertos, tradiciones locales y un ritmo de vida más pausado. Esta tendencia ofrece una oportunidad enorme para muchas comunidades pequeñas que encuentran en el turismo una fuente de ingresos y una manera de proyectarse al mundo. Pero al mismo tiempo abre un debate urgente: ¿cómo puede crecer este sector sin repetir modelos que, en otros países, terminaron afectando a las poblaciones locales?

El Chaltén: entre el éxito y la presión turística

El caso de El Chaltén resulta emblemático. Fundado en los años ochenta como un poblado estratégico dentro del Parque Nacional Los Glaciares, durante mucho tiempo fue un destino de nicho, elegido por andinistas y amantes de la montaña. Hoy se transformó en la capital nacional del trekking y recibe visitantes de todas partes del mundo.

Lo que alguna vez fue un pueblo pensado para unos pocos centenares de habitantes, ahora enfrenta la presión de miles de turistas en temporada alta. La infraestructura quedó chica: escasean el agua y la energía, la recolección de residuos se complica, los servicios de salud no alcanzan y los precios de los alquileres se disparan, dejando a muchos trabajadores sin opciones de vivienda.

El turismo es el principal motor económico, pero también amenaza con deteriorar la calidad de vida de los vecinos. La dependencia casi absoluta de la llegada de visitantes vuelve a El Chaltén especialmente vulnerable ante crisis económicas, fluctuaciones del tipo de cambio o emergencias sanitarias. La pandemia lo dejó en claro: la paralización de los viajes expuso la fragilidad de un modelo basado en un único recurso.

Impactos en otros destinos argentinos

Situaciones similares se repiten en distintos puntos del país. En la Quebrada de Humahuaca, su declaración como Patrimonio de la Humanidad disparó la llegada de turistas, lo que transformó por completo el paisaje social y encareció los alquileres, desplazando a familias locales hacia zonas periféricas. En las sierras de Córdoba, los fines de semana largos desbordan a los pueblos de montaña, que ven triplicar su población en pocas horas. Aunque el movimiento económico es bienvenido, los vecinos también denuncian la saturación de caminos, la acumulación de basura y la pérdida de la tranquilidad serrana. Incluso en Mendoza, donde el turismo en bodegas se consolidó como un modelo exitoso, aparecen tensiones entre la producción vitivinícola, el cuidado ambiental y la expansión de experiencias cada vez más sofisticadas.

La tensión entre desarrollo y sostenibilidad: ¿cómo ordenar el crecimiento?

Todos estos casos ponen de relieve una problemática común: el turismo puede generar riqueza y promover el arraigo, pero también acentuar desigualdades, tensionar recursos y desplazar modos de vida tradicionales si no se gestiona con una mirada estratégica. La situación de España, donde varios pueblos rurales llegaron al límite de su capacidad por la falta de planificación, debería funcionar como advertencia. En Argentina aún estamos a tiempo de diseñar políticas que prioricen la sustentabilidad y la participación comunitaria antes de que el fenómeno se vuelva inmanejable.

La planificación territorial es el primer paso. No alcanza con promocionar un destino sin calcular su capacidad de carga ni sin acompañar el crecimiento con infraestructura adecuada. El turismo debe pensarse en relación con los servicios básicos, la preservación del ambiente y la vida cotidiana de quienes habitan el lugar durante todo el año.Igualmente es importante diversificar la economía local: cuando todo depende del turismo, cualquier crisis externa puede paralizar a la comunidad.

En este modelo, la participación vecinal resultará central. Los habitantes son quienes mejor conocen el territorio y quienes sufren de manera directa los efectos del turismo masivo. Incorporar su voz no solo es un acto de justicia, también es una forma de asegurar que los beneficios se distribuyan de manera más equitativa.

El futuro del turismo rural en Argentina

El Chaltén se ha convertido en un símbolo del auge turístico argentino, pero también en una advertencia. Su belleza lo ubica entre los destinos más atractivos del mundo, aunque su futuro dependerá de medidas concretas: regular el flujo de visitantes, reforzar la infraestructura, planificar el crecimiento urbano y garantizar viviendas accesibles para los trabajadores. De lo contrario, corre el riesgo de quedar atrapado en su propio éxito.

El turismo rural y de naturaleza tiene un enorme potencial como herramienta de desarrollo para el país. Puede rescatar tradiciones, generar arraigo, diversificar economías regionales y dar visibilidad internacional a la Argentina. El desafío es lograr que este crecimiento no degrade aquello que lo hace valioso. El futuro del turismo argentino dependerá de nuestra capacidad para construir un modelo equilibrado, en el que los viajeros disfruten de paisajes únicos sin que las comunidades locales paguen el precio del descontrol.