USAID: Auge y caída

Horas después de su asunción, el presidente Donald Trump firmó un decreto ejecutivo que suspendía por 90 días la ayuda internacional gestionada por EEUU. Cuatro días después todos los proyectos dependientes se suspendían y, hace unos días, se confirmó desde la Casa Blanca la intención de cerrar definitivamente USAID, la agencia estrella en diplomacia humanitaria estadounidense.

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Sofía Giangiobbe Arnus

2/25/20254 min read

La ya polémica asunción de Donald Trump a su segundo mandato como Presidente de los Estados Unidos fue sucedida por anuncios de decretos presidenciales firmados pocas horas después de su regreso a la Casa Blanca, todos ellos orientados a reducir o revertir medidas tomadas por la administración anterior. Entre estos documentos destacó la Orden Ejecutiva “Reevaluación y Realineación de la Ayuda Exterior de Estados Unidos”, la cual decretó la suspensión por 90 días de toda asistencia destinada a proyectos en el extranjero orientados al desarrollo internacional, sujetándolos a una exhaustiva revisión para asegurarse que estos se “alineen con los intereses y valores estadounidenses”.

El congelamiento de fondos afectó a miles de organizaciones en el mundo dedicadas a la asistencia sanitaria y alimentaria, a víctimas de catástrofes naturales, a la educación y a los derechos de la mujer; así como también a medios y centros de investigación en desarrollo, entre muchos otros proyectos. Cuatro días después de la orden ejecutiva, se emitió un nuevo documento en el que se reanudaba el financiamiento a proyectos considerados esenciales, como los de seguridad alimentaria, sin hacer mención a otros programas de desarrollo. La inquietud causada por el alcance de la suspensión llegó a un punto cúlmine el 3 de febrero, cuando Elon Musk (ahora administrador del Departamento de Eficiencia Gubernamental, DOGE) anunció que la administración Trump planeaba cerrar definitivamente la agencia independiente USAID, encargada de distribuir la ayuda humanitaria aprobada por EEUU.

Qué es (¿fue?) la USAID

La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (por su sigla en inglés, USAID) se remonta a 1961 con la sanción en el Congreso de la Ley de Asistencia Exterior. La misma resultó de que los funcionarios estadounidenses detfinieron a la distribución de ayuda humanitaria a países en vías de desarrollo como una forma eficaz de contrarrestar la influencia soviética en el mundo bipolar de la Guerra Fría. Tras años de tira y afloja, la agencia se volvió independiente en 1998, aunque su estatuto contempla que las medidas tomadas por USAID estén en concordancia con la línea de política exterior establecida por el Secretario de Estado de turno. Desde entonces la agencia se ha convertido en un actor de vital importancia para la promoción de proyectos de desarrollo en el mundo, y jugó un papel central en la lucha contra enfermedades como la malaria o el sida.

Los anuncios relacionados al cierre de USAID fueron rápidamente confirmados. El enlace a la página oficial del organismo ya no funciona, las redes sociales vinculadas han sido desactivadas y, hace pocos días, el Inspector General de la agencia fue cesado de su cargo por publicar un informe en el que advertía que los recortes en personal podrían causar que la ayuda humanitaria de la agencia caiga en manos terroristas, ya que se redujeron los controles en lugares como Afganistán, Siria o la Franja de Gaza.

Estrategia y Soft Power

Como se mencionó anteriormente, el accionar de USAID siempre estuvo alineado con las necesidades de la política exterior de la administración de turno, por lo que los programas de la agencia podían ser modificados o eliminados con cada nuevo presidente. Sin embargo, el cierre total del organismo supone la eliminación de una de las principales herramientas de soft power de las que dispone Washington.

Joseph Nye (2004) definía al Soft Power como una forma que los Estados tienen de ejercer poder, alternativa al económico o militar (considerados hard power), en la que no es necesaria la presión a otros países porque estos se sienten atraídos al Estado por su cultura o por sus acciones en el plano internacional. Nye reconocía al soft power como vital en la relación entre democracias ya que no había coerción, y la atracción implicaba que ciertos Estados diesen su ‘consentimiento’ a ser influenciados por el Estado que ejerce el soft power; o sea, lo que el autor llama cooptación. Para lograr la cooptación un Estado se sirve de los valores, la cultura y las medidas políticas que promueve.

La larga historia de ayuda humanitaria proporcionada por los Estados Unidos es un claro ejemplo de políticas promotoras de soft power. La asistencia administrada por la agencia USAID y su éxito en sucesivas epidemias y desastres climáticos han cimentado el prestigio de promotor del desarrollo que se arroga a Washington. Las no pocas críticas al organismo por su permeación en los asuntos internos de los países a los que brinda apoyo no han evitado que varios actores internacionales, desde gobiernos hasta organizaciones de la sociedad civil, buscasen activamente el sponsor de USAID para desarrollar sus actividades, asimilando de paso los temas importantes fijados en su momento por la agenda de política exterior estadounidense y beneficiando, por ende, a los intereses de EEUU.

El cierre de la agencia no se condice con la utilidad que el soft power supone para cualquier país, sino con la propia agenda interna diagramada por la administración Trump. Las sucesivas campañas de desprestigio a los programas impulsados por USAID propiciadas desde el Departamento de Eficiencia Gubernamental en redes sociales han allanado el camino para la clausura del organismo, no solo en la opinión pública estadounidense sino en el mundo, descubriendo de dónde venía mucho del financiamiento a medios o ONGs que, según la administración actual, no se alinean o directamente contradicen los valores estadounidenses. Los recortes, sin embargo, también allanarían el camino para que otras potencias, como China o Rusia, se arroguen el lugar vacante que dejó EEUU y aumenten su influencia en países en vías de desarrollo mediante el envío de ayuda humanitaria o el aumento en la financiación de proyectos afines a sus intereses.